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lunes, 15 de julio de 2013

EL SILENCIO COMO INSPIRACION 13


EL SILENCIO COMO INSPIRACION  13

Cuando el miedo tiene algún objeto, es un miedo corriente. Uno le teme a la muerte... se
trata de un temor muy corriente, instintivo; nada extraordinario, nada especial. Cuando uno le
tiene miedo a la vejez o a la enfermedad, son miedos corrientes.
El miedo especial es cuando no podéis encontrarle un objeto, cuando está presente por ningún motivo en particular; ¡eso sí que nos asusta! Si sois capaces de encontrarle una razón, la mente queda satisfecha. Si podéis responder por qué, la mente dispone de una explicación a la que aferrarse. Todas las explicaciones ayudan a desterrar las cosas, no hacen nada más,
pero una vez que se dispone de una explicación racional, os sentís satisfechos.
Es mejor ver la cosa sin preguntaros el porqué. Se trata de un enfoque con un tremendo potencial. Algo desconocido flota a vuestro alrededor v va a flotar en torno a todos los buscadores de la verdad. Es el miedo que todo buscador ha de pasar. Y no estoy aquí para daros explicaciones, sino para empujaros a él. No soy un psicoanalista... soy un existencialista.
Mi esfuerzo es haceros capaces de experimentar tantas cosas como sea posible: amor, miedo, ira, codicia, violencia, compasión, meditación, belleza, y así sucesivamente.
Cuanto más experimentéis estas cosas, más ricos seréis.

Hagáis lo que hagáis, hacedlo de la forma más total que os sea posible. Si
disfrutáis caminando, ¡bien! Si de pronto os dais cuenta de que ya no tenéis el impulso
o el deseo de moveros, entonces sentaos de inmediato; no deberíais dar ni un solo
paso en contra de vuestra voluntad.
Pase lo que pase, aceptadlo y disfrutadlo, y no forcéis nada. Si tenéis ganas de hablar, hablad. Si sentís que os apetece el silencio, guardad silencio... simplemente avanzad con la sensación. No forcéis nada de ninguna manera, ni siquiera por un momento, porque en cuanto lo hacéis, quedáis divididos en dos, y eso crea un problema, ya que entonces toda vuestra vida se escinde.
Toda la humanidad se ha vuelto casi esquizofrénica, porque se nos ha enseñado a forzar las cosas. La parte que quiere reír y la parte que no os permite reír se separan, y entonces quedáis divididos en dos. Creáis un jefe y un subordinado, y por ello hay conflicto. El abismo que crea ese conflicto puede ir haciéndose cada vez más y más grande. De modo que el problema radica en cómo unir esa grieta y no volver a crearla.
En zen hay un dicho muy hermoso: Sentado, simplemente siéntate. Caminando, simplemente camina. Por encima de todo, no tiembles. Hagáis lo que hagáis, hacedlo de la forma más total que os sea posible. Si disfrutáis caminando, ¡bien! Si de pronto os dais cuenta de que ya no tenéis el impulso o el deseo de moveros, entonces sentaos de inmediato; no deberíais dar ni un solo paso en contra de vuestra voluntad. No deberíais arrastraros. Ese mecanismo pertenece al ego, el manipulador.

¿Por qué os contenéis ? Existe cierto temor de que si no lo hacéis, si entregáis
todo, no os quedará nada para dar. De modo que solo damos en partes... mantenemos
la zanahoria colgando... por eso nos contenemos. Mantenemos el misterio.
No permitís que la mujer entre en todo vuestro ser y lo conozca en su totalidad, porque
en cuanto os conoce totalmente puede experimentar desinterés. Mantenéis algunos rincones.
distantes para que ella siga pensando: «¿Qué son esos rincones? ¿Qué más tienes para dar?».
Y busca y busca, y os persuade y os seduce... Y de la misma manera ella retiene y contiene
mucho.
Existe cierta comprensión, una comprensión animal, de que una vez que se ha conocido el misterio, este desaparece. Amamos el misterio, amamos lo desconocido: cuando es conocido, cartografiado, medido, entonces se ha acabado. ¿Qué otra cosa queda? Vuestra mente aventurera empezará a pensar en otras mujeres y ella empezará a pensar en otros hombres. Eso es lo que les ha sucedido a miles, millones, de maridos y esposas: se han mirado
totalmente... ¡y se han acabado! En ese momento el otro carece de alma, porque el misterio no está ahí... y el alma existe en el misterio.
Esta es la lógica que hay en ello. Pero cuando sois verdaderamente independientes y estáis entregados al dios del amor, entonces os podéis abrir por completo. Y en esa apertura os convertís en uno. Cuando dos personas están abiertas dejan de ser dos. Cuando los muros desaparecen, la habitación es una.
Y ahí es donde radica la realización. Eso es lo que buscan todos los amantes, con lo que sueñan y lo que desean. Pero si no lo entendéis correctamente, podéis buscar y buscar en la dirección equivocada.

Estamos separados solo en la superficie, en lo más hondo no estamos separados.
Únicamente lo está la parte visible; la invisible sigue siendo una.
Los Upanishad dicen: «Aquellos que creen saber, no saben», porque la misma idea de que sabéis no os permite saber. La misma idea de que uno es ignorante os vuelve vulnerables, abiertos. Como un niño, vuestros ojos están llenos de asombro. Entonces resulta difícil decidir si los pensamientos son vuestros u os llegan del exterior, porque uno ha perdido todas las amarras. Pero no hay necesidad de preocuparse, porque básicamente la mente es solo una, es la mente universal... llamadla dios, o en términos jungianos, el «inconsciente colectivo».
Estamos separados solo en la superficie, en lo más hondo no estamos separados.
Únicamente lo está la parte visible; la invisible sigue siendo una. De modo que cuando os relajáis y guardáis silencio y sois más humildes, más infantiles, más inocentes, entonces al principio será difícil ver si esos pensamientos son vuestros, surgen de la nada o alguna otra persona está enviando sus mensajes y vosotros sois los receptores. Pero no vienen de ninguna parte. Proceden del núcleo más hondo de vuestro ser... que también es el núcleo de todos los demás.
De forma que un pensamiento realmente original no lleva la firma de nadie. Está simplemente ahí, surge del colectivo, de lo universal, de la única mente... mente con M mayúscula. Y cuando la mente individual, la mente ego, se relaja, la mente universal empieza a anegarla.

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