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sábado, 15 de junio de 2013

EL SILENCIO COMO INSPIRACION 5


  EL SILENCIO COMO INSPIRACION  5

La doctrina de maya señala, en primer lugar, la imposibilidad de capturar en el mundo real con la red mental de palabras y conceptos, y, en segundo lugar, el carácter fluido de esas mismas formas que el pensamiento intenta definir. El mundo de los hechos y de los sucesos es, en conjunto, nama, nombres abstractos, y rupa, forma fluida. Escapa tanto a la comprensión del filósofo como a la garra del buscador de placeres, como el agua se escurre al cerrar el puño. Hasta hay algo engañoso en la idea de Brahman como la eterna realidad que subyace bajo el flujo, y del atman como la divina base de la conciencia humana, pues en la medida en que son conceptos son tan incapaces de aprehender lo real como lo es cualquier otro.
 Cuando sabes verdaderamente quién eres, vives en una vibrante y permanente sensación de paz. Puedes llamarla alegría, porque la alegría es eso: una paz vibrante de vida. Es la alegría de conocerte a ti mismo como la esencia de vida antes de tomar forma. Eso es la alegría de Ser, de ser quien realmente eres.

Así como el agua puede ser sólida, líquida o gaseosa, la conciencia puede estar «congelada» y tomar la forma de la materia física; puede ser «líquida», tomando la forma de la mente y del pensamiento, o puede ser informe, como la conciencia pura.

La conciencia pura es la Vida antes de manifestarse, y esa Vida mira al mundo de la forma a través de «tus» ojos, porque esa conciencia es quien tú eres. Cuando te conoces como Eso, te reconoces todas las cosas.

Es un estado de completa claridad de percepción. Ya no eres más una entidad con un gravoso pasado, convertida en una pantalla de conceptos que interpreta cada experiencia.

Cuando percibes sin interpretación, puedes sentir qué es lo que se percibe. Lo máximo que podemos expresar con el lenguaje es que existe un campo de quietud consciente en el que ocurre la percepción.

A través de «ti», la conciencia informe se hace consciente de sí misma.

Las vidas de la mayoría de la gente están dirigidas por el deseo y el miedo.

El deseo es la necesidad de añadirte algo para poder ser tú mismo más plenamente. Todo miedo es el miedo de perder algo y, por tanto, de sentirte reducido y de ser menos de lo que eres.

Estos dos movimientos oscurecen el hecho de que el Ser no puede ser dado ni quitado. El Ser ya está en ti en toda su plenitud, Ahora.

Cuando puedas, echa una «mirada» a tu interior para ver si estás creando conflicto inconscientemente entre lo interno y lo externo, entre las circunstancias externas del momento —dónde estás, con quién y lo que estás haciendo— y tus pensamientos y sentimientos. ¿Puedes sentir lo doloroso que es oponerse internamente a lo que es?

Cuando reconoces este hecho, también te das cuenta de que ahora eres libre de renunciar a este conflicto fútil, al estado interno de guerra.

Si verbalizaras tu realidad del momento, ¿cuántas veces al día tendrías que decirte: «No quiero estar donde estoy?». ¿Cómo te sientes cuando no quieres estar donde estás: en el embotellamiento, puesto de trabajo, en la sala de espera del aeropuerto, con la gente que te acompaña?

Sin duda es cierto que lo mejor que se puede hacer en ciertos lugares es salir de ellos, y a veces eso es lo más apropiado. No obstante, en muchos casos no tienes la opción de irte. En esas situaciones, el «no quiero estar aquí», además de inútil, es disfuncional Te hace infeliz y hace infelices a los demás.
 Ha sido dicho: dondequiera que llegues, allí estás. En otras palabras: estás aquí. Siempre. ¿Es tan duro de aceptar?
¿Realmente necesitas etiquetar mentalmente cada percepción sensorial y cada experiencia? ¿Necesitas tener esa relación reactiva de gusto o de disgusto ante la vida, que te lleva a estar continuamente en conflicto con personas y situaciones? ¿O se trata únicamente de un hábito mentaI profundamente arraigado que puedes romper? Sin hacer nada en particular; simplemente, dejando que este momento sea como es.
El «no» habitual y reactivo fortalece el ego. El «sí» lo debilita. Tu identidad en la forma, el ego, no puede sobrevivir a la rendición.
«Tengo muchas cosas que hacer.» Sí, pero ¿cuál es la calidad de tu hacer? Conducir yendo al trabajo, hablar con los clientes, trabajar en el ordenador, hacer recados, atender las innumerables cosas que constituyen tu vida... ¿Hasta qué punto eres total en lo que haces? ¿Es tu acción una rendición o una resistencia? Esto es lo que determina el éxito que consigues en la vida, no la cantidad de esfuerzo que pongas. El esfuerzo implica estrés, tensión necesidad de alcanzar cierto punto en el futuro o de conseguir algún resultado.
¿Puedes llegar a detectar en tu interior la leve sombra de no querer estar haciendo lo que estás haciendo? Eso es una negación de la vida, y por ello no puedes conseguir un resultado verdaderamente exitoso.
Si has sido capaz de detectar esa negación en ti, ¿puedes también dejarlo y ser total en lo que haces?
«Hacer una cosa cada vez»; así es como un maestro Zen definió la esencia del Zen.
Hacer una cosa cada vez significa ser total en lo que haces, prestarle toda tu atención. Eso es acción rendida, acción poderosa.
Tu aceptación de lo que es te lleva a un nivel más profundo, donde tanto tu estado interno como tu sentido del yo no dependen ya de que la mente los juzgue «buenos» o «malos».
Cuando dices «sí» a la vida tal como es, cuando aceptas este momento como es, puedes sentir dentro de ti un espacio profundamente pacífico.
Superficialmente puedes seguir sintiéndote feliz cuando hace sol y menos feliz cuando llueve; puedes sentirte feliz si ganas un millón de euros e infeliz si pierdes todas tus posesiones. Sin embargo, la felicidad y la infelicidad ya no calan tan hondo. Son olas en la superficie de tu Ser. La paz de fondo que hay dentro de ti permanece inmutable en cualesquiera que sean las condiciones externas.
El «sí a lo que es» revela una dimensión de profundidad en ti que no depende ni de las condiciones externas ni de la condición interna de los pensamientos y emociones en constante fluctuación.
La rendición se vuelve mucho más fácil cuando te das cuenta de la naturaleza efímera de todas las experiencias, y de que el mundo no puede darte nada de valor duradero. Entonces sigues conociendo gente, sigues teniendo experiencias y participando en
actividades, pero sin los deseos y miedos del ego. Es decir, ya no exiges que una situación, persona, lugar o suceso te satisfaga o te haga feliz. Dejas ser a su naturaleza pasajera e imperfecta.
Y el milagro es que, cuando dejas de exigirle lo imposible, cada situación, persona, lugar o suceso se vuelve no sólo satisfactorio, sino también más armonioso, más pacífico.
Cuando aceptas este momento completamente, cuando ya no discutes con lo que es, el pensamiento compulsivo mengua y es remplazado por una quietud alerta.
 Eres plenamente consciente, y sin embargo la mente no pone ninguna etiqueta a este momento. Este estado de no resistencia interna te abre a la conciencia incondicionada, que es infinitamente mayor que la mente humana. Entonces esta vasta inteligencia puede expresarse a través de ti y ayudarte, tanto desde dentro como desde fuera. Por eso cuando abandonas la resistencia interna, a menudo descubres que las circunstancias cambian para mejor.
¿Estoy diciendo: «Disfruta este momento. Sé feliz»? No.
Permite que se exprese este momento tal como es. Eso es suficiente.
Rendirse es rendirse a este momento, no a una historia a través de la cual interpretas este momento y después tratas de resignarte a él.
Por ejemplo, puede que estés tullido y que ya no puedas caminar. Tu estado es lo que es.
Tal vez tu mente esté creando una historia que diga: «A esto se ha reducido mi vida. He acabado en una silla de ruedas. La vida me ha tratado con dureza, injustamente. No me merezco esto.»
¿Puedes aceptar que este momento es como es y no confundirlo con la historia que la mente ha creado a su alrededor?
La rendición llega cuando dejas de preguntar: «¿Por qué me está pasando esto a mí?»
Incluso en las situaciones aparentemente más inaceptables y dolorosas se esconde un bien mayor, y cada desastre lleva en su seno la semilla de la gracia.
A lo largo de la historia, siempre ha habido mujeres y hombres que, cuando tuvieron que hacer frente a grandes pérdidas, enfermedades, prisión o muerte inminente, aceptaron lo aparentemente inaceptable, y así hallaron «la paz que supera toda comprensión».
La aceptación de lo inaceptable es la mayor fuente de gracia en este mundo.

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