POHNPEI EL SECRETO 6
NAN MATOL
Nan Madol fue la sede ceremonial y político del Saudeleur dinastía, que de united Pohnpei estima 25.000 personas hasta cerca de 1628. [ 3 ]Apartadme entre la isla principal de Pohnpei y Isla Temwen , era una escena de la actividad humana ya desde la primera o del siglo II de nuestra era. Por la construcción de islotes del siglo octavo o noveno había comenzado, pero el distintivo megalítica arquitectura probablemente no fue iniciado hasta quizás el 12 o principios del siglo 13.
Poco se puede verificar por la construcción megalítica. Pohnpeiano tradición afirma que los constructores del complejo Lelu en Kosrae (igualmente compuesto por edificios de piedra enormes) emigraron a Pohnpei, donde se utilizan sus habilidades y experiencia para construir el más impresionante complejo Nan Madol. Sin embargo, esto es poco probable: la datación por radiocarbono indica que Nan Madol es anterior Lelu.Como Lelu, un objetivo importante de la construcción de una ciudad separada era aislar a la nobleza de la gente común.
Según pohnpeiano leyenda, Nan Madol fue construida por los brujos doble Olisihpa y Olosohpa de la mítica Katau occidental o Kanamwayso. Los hermanos llegaron a una gran canoa que buscan un lugar para construir un altar para que pudieran adorar Nahnisohn Sahpw, el dios de la agricultura. Después de varios intentos fallidos, los dos hermanos construyeron con éxito un altar en off Temwen isla , donde realizaron sus rituales. En la leyenda, estos hermanos levitó las enormes piedras con la ayuda de un dragón volador. Cuando Olisihpa murió de viejo, Olosohpa se convirtió en la primera Saudeleur . Olosohpa se casó con una mujer de la localidad y engendró doce generaciones, produciendo otros dieciséis gobernantes Saudeleur del Dipwilap ("grande") del clan. [ nota 2 ] Los fundadores de la dinastía gobernó con amabilidad, aunque sus sucesores colocan cada vez mayores demandas de sus súbditos. Su reinado terminó con la invasión de Isokelekel , que también residía en Nan Madol, aunque sus sucesores abandonaron el lugar.
Dicho por la wikipedia sobre Nan MatolTodo cuanto se recuerda en la isla acerca de la construcción de las enigmáticas ruinas de la ciudad y
de las islas artificiales de Nan Matol, remite indefectible y únicamente a la actuación de Olosipe y
Olosaupa, que ya vimos en detalle. Eran antropomorfos, no eran isleños, eran ingenieros, constructores,
eran poderosos y por medio de llamadas mágicas reunieron los enormes bloques de piedra en este lugar, a
cuya convocatoria dichas piedras llegaron por el aire, volando, desde otro lugar.
Olosipe y Olosaupa habían venido de nadie sabe dónde para construir aquí una ciudad sobre islotes
artificiales.
PRIMERAS NOTICIAS
Comienza con las siguientes palabras el tercer y último volumen que el etnólogo alemán doctor Paul
Harnbruch dedicó a la isla de Pohnpei tras la visita que le rindió en 1910: «Desde que se conoce la isla de
Pohnpei, ésta le presenta al mundo civilizado un enigma cuya solución se ha venido haciendo cada vez más
difícil y que acaso jamás llegue a desvelarse por completo. De todas las impresiones que el visitante recibe
del país y de sus habitantes la más duradera es la visita a la ciudad artificial de Nan Matol, "en (los)
(espacios) intermedios", situada en el lado oriental de Pohnpei. Desprovistas desde hace decenios de su
antiguo esplendor, retornando paulatinamente a la destrucción por la acción de las fuerzas naturales, y con
un significado que solamente les era conocido a unos pocos nativos que aún hoy guardan el secreto de su
íntimo saber ante las preguntas del extranjero, no ha menguado el interés de estas "ruinas de Matolenim"».
Anteriormente a los exhaustivos estudios que Hambruch acometió en ellas en el verano de 1910, las citadas
ruinas fueron visitadas o notificada su existencia por los siguientes extranjeros:
Nan Matol, cuyas ruinas visibles desde el mar —tal y como ya dejé anotado en su momento—
aparecen reflejadas en el primer mapa conocido de la isla de Pohnpei, trazado en enero de 1828 por el
alférez ruso Zavalichine por encargo de Friedrich Lütke, a cuyo mando iba la expedición de la corbeta
Senyavin, curiosamente no aparece mencionada en cambio en ningún otro lugar del extenso informe de la
misma, que incluye sendos trabajos amplios tanto del propio Friedrich Lütke, como de F. H. von Kittlitz,
otro miembro de la expedición. Los componentes de esta expedición ordenada por el zar Nicolás I no
llegaron a desembarcar en la isla, pero de todas formas el mapa de Zavalichine constituye el primer
documento que da muda fe de la existencia de las ruinas de la ciudad de Nan Matol.
En febrero de 1835, el New South Wales literary, political and commercial Advertiser, de Sydney,
Australia, informa en la pluma de su editor doctor Lhotsky, sobre las ruinas. Menciona a su vez una previa
referencia a las mismas hecha por un tal señor Ong, «que se radicó ahora en Australia», en el Habart Town
Courier, en la que éste escribe: «En el extremo nordeste de la isla, en un lugar llamado Tamen, se hallan las
ruinas de una ciudad que ahora solamente es accesible en botes, ya que las olas llegan hasta las escaleras de
las casas. Los muros están ocupados por viejos árboles de la fruta del pan, cocoteros y otros, y las ruinas
ocupan un espacio de más de una hora. Las piedras de los muros están colocadas en capas, pero en ángulo
recto, y muestran huellas de un arte que excede en mucho las capacidades de los actuales habitantes.
Algunas de las piedras labradas tienen una longitud de 20' y una anchura de 3'-5', pero no se advierte
vestigio alguno de ninguna masa de unión. Los muros tienen aberturas para puertas y ventanas. Todos estos
edificios están construidos con una piedra que es completamente diferente de la que hay en las
inmediaciones». (...) «Al preguntar a los nativos acerca del origen de estas construcciones, responden quefueron edificadas por hombres que ahora están en el cielo». Éste es, hasta el momento, el primer texto y la primera mención que he podido hallar referida a las ruinas de Nan Matol, y notificada por persona no nativa de la isla. Poco después, el 23 de octubre de 1835, el artículo aparecería reproducido en el núm. 296 de la revista Das Ausland. Posteriormente, el doctor Lhotsky dictaría una conferencia sobre las ruinas en la
«Royal Asiatic Society», concretamente el 2 de marzo de 1839 (según informa Das Ausland en el mismo
año), y publicaría en la repetida revista Das Ausland en 1840 un ensayo en el que menciona el testimonio de otro visitante pionero de Nan Matol: «Unos 18 meses después de que apareciera este artículo [se refiere al del señor Ong] el Colonist, uno de los periódicos de Sydney, publicó una noticia más amplia acerca de estas ruinas, de la cual reflejaré aquí lo más destacado. La noticia procede de un tal señor Campbell, que visitó la isla en calidad de médico traumatólogo a bordo de un ballenero, y que luego se radicó en Nueva Gales del Sur». (...) «Sobre las ruinas dice lo siguiente: En el lado sur de la isla y a una milla del puerto de Metaleline hay vestigios de construcciones, la más destacada de las cuales la constituye un cuadrado triple, que en su conjunto ocupa un área de unos 300 pies cuadrados. Lo rodea un parapeto [una galería externa] que mide 4'- 5' de alto y 15' de ancho. Este parapeto está completamente cubierto de árboles y maleza, pero en todo momento se puede dar la vuelta a estos edificios en bote. El tipo de piedra del que están hechas estas construcciones es granito [un error del observador, ya que se trata de basalto] y algunos de estos bloques miden 20'-25' de largo. En el interior del muro hay otro parapeto, de 7' de alto y unos 10' de ancho. Los muros tienen un grosor de 30' en la base y 20' encima del parapeto. Estas construcciones tienen solamente una entrada en el lado opuesto al mar; esta entrada tiene un ancho de 30'. No hay forma de decidir si estas construcciones estuvieron en algún momento cubiertas; pero de todas formas no se aprecian en la parte superior del muro agujeros en los cuales pudieran haberse asentado vigas o similares. No se advierte en ninguna parte ni mortero ni cal. En una de las construcciones existen varias bóvedas bajo el suelo, que están llenas de huesos humanos. Los habitantes actuales no saben nada concreto sobre el origen de estos edificios,pero sí los consideran sagrados, y pocos se atreven a pisarlos. No lejos de estas construcciones se halla un pequeño puerto, en el que incluso hay construido un gran dique, dentro del cual podría anclar un barco relativamente grande. Este lugar está rodeado por un muro de extraordinaria fuerza, de 15' de alto, pero en estado ruinoso. Algunas de sus piedras pesan 4 toneladas. El autor opina que acaso todos estos muros y diques fueron en parte erigidos para salvaguardar a las construcciones situadas más hacia tierra firme de la penetración y la violencia del mar». Creí interesante reproducir estos dos primeros relatos sobre el estado en que se hallaban las ruinas al ser halladas por vez primera por los extranjeros arribados a Pohnpei.
Al año siguiente, o sea en 1836, aparece publicado el ya muy repetido relato del marino aventurero
James O'Connell, A Residence of eleven Years in New Holland and the Caroline Islands, en cuyo capítulo
XV relata también su descubrimiento de las sorprendentes ruinas, descubrimiento que debió tener lugar
antes de las visitas al lugar relatadas por Ong y por Campbell,«Ahora quiero referirme a la aventura más grande que viví en este viaje; será la prueba de cargo de mi amor a la verdad, ya que voy a informar del hallazgo de una gran isla deshabitada, en la que se hallan unas imponentes ruinas, cuyo estilo arquitectónico difiere por completo del usual de los nativos actuales. Tienen una considerable extensión. En el lado oriental de este enjambre de islas se halla una gran isla plana que con la marea alta queda dividida por el agua en unos 30 ó 40 islotes, agua que crece y las rebasa. A causa de la superficie, que es casi completamente plana, se diferencia de las demás islas. No hay rocas sobre las cuales la naturaleza pudiera acaso haberla formado. En lugares aislados crecen árboles frutales, pero nadie los toca, ya que es imposible convencer a nativo alguno para que los toque o incluso coja sus frutos. Cuando descubrí esta isla me acompañaban George y un nigurt [los nigurts constituyen la raza considerada inferior por los pohnpeyanos, formando parte del parcialmente esclavizado grupo étnico negro que puebla las islas
del Pacífico] el cual nos acababa de advertir sobre ella, prometiéndonos una sorpresa. Fue toda una
sorpresa, sí. Desde lejos estas ruinas tienen la apariencia de fantásticas formaciones naturales; mas, cuando
nos fuimos acercando a ellas, ambos nos asombramos al descubrir claros vestigios de actividad humana.
Entramos precisamente con la marea alta, de forma que pudimos penetrar con nuestra canoa en un estrecho
canal que en algunos tramos era tan estrecho que no podría haber cruzado otra canoa a nuestro lado,
mientras que en otros puntos, presumiblemente debido a la irregularidad del terreno, se ensanchaba en
amplias lagunas. Al entrar, recorrimos un largo trecho entre dos muros de piedra, que sin sacar a la canoa de
su camino podríamos haber tocado simultáneamente con las palas. Tenían unos buenos diez pies de altura;
algunas partes aisladas estaban hundidas, otras estaban muy bien conservadas. Por encima de los muros
surgían los cocoteros, de vez en cuando también algún árbol de la fruta del pan, que proporcionaba entonces
holgada y refrescante sombra. Por doquier reinaba un profundo silencio, y ningún ser vivo se movía por
ningún lado; a lo sumo, algunos pájaros. Tocamos tierra en el primer lugar adecuado, en el que los muros
retrocedían en un recodo del canal. Únicamente el pobre nigurt parecía no poder salir ni entrar a causa de su
terror; nada pudo convencerle para que abandonara la canoa. Los muros encerraban superficies
redondeadas; entramos, pero no hallamos más que árboles y maleza. Si no hubiera sido porque los muros
recordaran demasiado claramente el que aquí había habido hombres, podría haberse pensado que jamás
llegaron a estos parajes. Exploramos los muros. Estaban formados por piedras de diferentes tamaños, que
oscilaban entre los 2 y 10 pies de largo y 1-8 de ancho; los espacios intermedios y las fisuras estaban
cuidadosamente rellenados con piezas más pequeñas. Eran de la piedra azulada que se halla en grandes
cantidades en la isla habitada y parece ser, como ya dije, de estructura pizarrosa; estaba fracturada y
adaptada a los fines a los que debía servir. En muchos tramos, los muros estaban derruidos hasta tal punto
que pudimos fácilmente pasar por encima de los mismos. A nuestro regreso a la canoa asaltamos a nuestro
nigurt con preguntas; la única respuesta fue: "Animan". No supo explicarnos cómo habían sido construidos
estos muros de piedra, no sabía nada sobre su utilidad, nada sobre su antigüedad. Se contentaba con el
hecho de que eran la obra de los animan; no quería averiguar nada más, tampoco se atrevía a examinarlas
más de cerca, ya que para él eran las viviendas de los espíritus de los muertos. Antes de que la marea baja
encallara nuestra canoa en el fondo, regresamos a Kiti; de esta isla habíamos traído al nigurt que nos
acompañaba. Cuando en Roi en Kiti le declaramos al jefe que queríamos explorar la isla al día siguiente,
nos dijo que no podíamos hacerlo, puesto que era majorhowi». (Majorhowi = me saraui, o sea, sagrada).
«Pero dado que yo le superaba en rango [por relaciones familiares anteriormente adquiridas por O'Connell
dejarían regresar con vida de la isla, si penetraba en su reducto más sagrado. Bien, al día siguiente, George y yo nos abrimos paso a través de los nativos, que pretendían retenernos, y ocupamos la canoa. Entonces comenzaron a plañir: "¡Acoa han midjila! ¡Acoa iningah landjob toto! ¡Midjila!" (¡Koma pan mátela! ¡Koma muasan nan ísap toto! ¡Mátela!) "¡Moriréis! ¡Queréis ver todos los países! ¡Morir!" Partimos. Mi posición y su miedo del lugar que era majorhowi, les impidieron la persecución. Durante la segunda visita a esta abandonada Venecia de los mares del Sur nos proponíamos explorarla atentamente. No contábamos
con la presencia de ningún nativo que nos aburriera con su supersticioso miedo. Prisa tampoco teníamos.
Amarramos por lo tanto la canoa y aguardamos en la isla a la próxima marea baja. Durante varios días
consecutivos fuimos repitiendo así las visitas; por la noche regresábamos a Kiti. [Tal y como ya lo comenta
acertadamente Paul Hambruch, y nosotros mismos pudimos comprobarlo durante nuestra estancia en
Pohnpei, es imposible efectuar diariamente el trayecto de Kiti a Nan Matol, de forma que debe deducirse
que O'Connell se está refiriendo con este nombre a otro punto de partida.] Ningún nativo apostaba su vida
por nosotros. Si bien cabría pensar que, estando tan familiarizados con el lugar, sus temores hubieran
remitido algo, ya que con la marea baja se puede pasar cómodamente a pie de Kiti hasta los edificios
embrujados, que forman una parte de esta isla. [De acuerdo con esta manifestación, lo que O'Connell llama
Kiti debía de ser necesariamente la costa oriental de Matolenim, situada frente a la isla de Tsamuin, en cuya
vertiente oriental están a su vez ubicadas las ruinas.] Estas exploraciones eran lo suficientemente excitantes
como para acaparar todos nuestros pensamientos. Durante mi estancia en las Carolinas nada me interesó ni
me cautivó en mayor grado que estas ruinas. Pues era imposible que estas tremendas murallas de piedra
hubieran sido traídas y erigidas sin algún tipo de ayudas mecánicas, ayudas que rebasaban infinitamente a
las que llegué a conocer entre los nativos. Las construcciones evidenciaban un gran saber de los arquitectos.
Si bien de su derruido estado no podía deducirse el motivo para el que fueron erigidas. La mayor parte de
ellas eran redondeadas y encerraban superficies de ¼-1 milla de perímetro. Muchas eran elípticas, otras
completamente redondas o se asemejaban a paralelogramos. Los muros se combaban, adaptándose al suelo, hacia fuera. Sólo raramente hallamos agua en el interior de los muros; pues parecen cubrir las partes más altas de la isla. Así, el conjunto produce con la marea alta el efecto de muchos islotes fortificados. En el flanco oriental, la espuma de las olas que se rompen sobre el arrecife que toca a la isla, saltan por encima de una de las murallas. Los barcos deberían poder verlo a su paso. Quienes nada sospechan de todo esto, será
porque ello no les debe parecer algo extraordinario. La parte principal de estas ruinas merece una descripción más detallada. La muralla exterior tiene un perímetro de aproximadamente una milla. La superficie en ella encerrada no está vacía, como en la mayor parte de las demás construcciones, sino que a una distancia de unos 20 pies de la muralla exterior se levanta una segunda, que corre paralela a la primera; a la misma distancia de la segunda hay otra, y así sucesivamente hasta un total de cinco a seis murallas. La última muralla, en el centro de la edificación, es correctamente cuadrada. El espacio que encierra mide unos 40 pies de largo y de ancho. La muralla exterior medía en una de las esquinas aproximadamente 25-30 pies de alto. En los otros tres lados, que quedan más expuestos al flujo y reflujo de la marea y que por lo tanto están socavados, la muralla está hundida en varios puntos. Sin embargo, las murallas interiores están todas bien conservadas. El lado indemne de la muralla externa parece haber formado la fachada principal, puesto que pilares o jambas, que posiblemente formaron antaño una parte del portal, yacían atravesados en el canal. La entrada tenía unos 4 pies de altura. Después de haber entrado no hallamos abertura alguna en la muralla siguiente; mas cuando nos hubimos abierto camino a través de la maleza hallamos un paso que se encuentra en la esquina, a la derecha de la primera entrada. Pasamos por allí y hallamos en la muralla siguiente una abertura en el lado izquierdo; así fuimos avanzando hasta la muralla interior, cruzando alternativamente las entradas situadas en el lado derecho o en el izquierdo de las murallas. Cuando hubimos dejado atrás la última muralla, cayó casualmente una rama de un árbol, descubriendo una cámara funeraria a la cual descendimos. Mi primer pensamiento fue que este lugar era un cementerio. Pero el único fundamento para esta suposición fue el hallazgo de un esqueleto que yacía abajo en la cámara y cuyos restos se hallaban esparcidos por el suelo. Habría que culpar de ello a las ratas. No hallé ninguna pala ni mazo. Cuando más tarde hablé de ello en Net, me dijeron que había allí enterrado un jefe de Kiti. En Kiti mismo los nativos o no sabían nada de ello, o no quisieron soltar información al respecto. Las vigas y tepes que cubrían el techo de la cámara funeraria debían de haber sido colocados allí únicamente después de que el cadáver que encontré hubiera sido depositado en aquel lugar. El hecho de que la cámara funeraria fuera usada para inhumaciones, incluso en ocasión de este caso aislado del cual se acuerdan los vivos, parece dar un punto de referencia aproximado sobre las finalidades con las que fue construido este lugar. De todas formas, no logré obtener otras informaciones excepto las que decían que las ruinas habían sido construidas
por los "animan". En uno de los canales yacía una gran piedra cuadrada, de la que el nigurt que nos había
acompañado el primer día dijo que la había perdido un espíritu cuando intentaba traer a la piedra hasta aquí.
La personalidad inhumada fue un Edyomet [tsopeiti] muy respetado. En fin, debían de existir unos motivos
muy especiales que impedían que los nativos visitaran este lugar. Acaso lo deseara así el fallecido.Personas que conozcan de cerca los vestigios del antiguo Oriente las visitarán y serán entonces capaces de
pronunciarse acerca del probable origen de este pueblo, a base de la similitud de las ruinas con otras
construcciones de pueblos antiguos. Dado que yo no dispongo de estos conocimientos, y además los nativos
tampoco me apoyaban, sino que egoístamente eludían todas mis preguntas que podrían haber aportado
alguna luz, no soy capaz ni de elaborar una teoría. La explicación de que las construyeron los "animan", de
que los animan habitan en ellas, de que son majorhowi para alguien, parece haberse ido heredando de una
generación a otra. Necesariamente se trata de construcciones de un pueblo que superaba a los actuales
habitantes de la isla. Me atrevo a decir que fue incluso un pueblo completamente diferente. Pero todo ello
no dejan de ser suposiciones que no se apoyan en nada. Únicamente la cámara funeraria ofrece un apoyo
para la suposición de que este laberinto hubiera sido dispuesto para inhumaciones y que por este motivo se
erigieran estas imponentes construcciones en piedra. Por otra parte no está claro si la cámara funeraria ha
sido construida únicamente para este Edyomet [Gran sacerdote]. Dado que solamente se halló un esqueleto,
ello parece incluso muy probable. Además la forma de construcción en la isla con las ruinas se diferencia de
tal forma de los muros de piedra de los actuales habitantes, que las primeras tienen que proceder
necesariamente de un pueblo completamente diferente. En las islas se emplean para los muros de piedra,
para los fundamentos, etc., que se erigen con mucha limpieza, piedras de todos los tamaños y tipos; en
cambio en las ruinas, las piedras parecen haber sido expresamente fracturadas, incluso labradas, para los
lugares que ocupan. Son resistentes y aguantan también firmemente en su lugar, si los fundamentos no
fueran socavados. El fundamento se erige bajo agua. La construcción de las murallas comienza a la altura
del suelo. Me fijé, especialmente en los portales, si había algún tipo de jeroglíficos, mas no hallé nada
semejante. Al cabo de quince días nuestro comité de dos hombres, o sea George y yo, llegó a la conclusión
de que las ruinas pertenecían a alguna ciudad o asentamiento antiguo, sobre cuyo origen, o sobre cuyo
motivo para un abandono de la misma no sabíamos absolutamente nada. Los canales y entradas debieron de
haber sido caminos terrestres que luego se vieron inundados por las aguas, debido a que las construcciones
habían sido erigidas sobre un arrecife. Nos apercibimos también de que la altura relativamente grande de las
parcelas de tierra encerradas por las murallas queda determinada por la protección de los fundamentos de
las murallas. Allí donde las murallas se derrumban, abre brecha el agua y penetra en el interior de la
parcela. Finalmente acabamos por concederles gustosamente a los "animan" que habían sido realmente
mejores constructores que la gente que hoy en día habita la isla.
Francisco Michelena y Rojas, visita a su vez las ruinas, de las que habla en su obra Viajes en todo el mundo
desde 1822 hasta 1842, que aparece en Madrid en 1843. Contiene pasajes claramente plagiados de la
narración de Campbell ya reflejada en estas páginas, pero aporta también nuevos datos. Afirma en su
testimonio que existen allí gigantescas ruinas, vestigios de otro pueblo, muy adelantado en la civilización,
del que ha desaparecido incluso el recuerdo de su existencia pretérita. Comenta que en el sur de la isla, a una milla del puerto de Matolenim, existen importantes ruinas de construcción magnífica, gigantesca, que denotan según todos los indicios una gran antigüedad. Afirma que, sin ningún género de dudas, estas ruinas son obra de una raza muy superior a la generación de nativos actuales (1841). Más adelante comenta que es difícilmente comprensible cómo este antiguo pueblo podía poseer tan extraordinarios conocimientos de las leyes mecánicas y de otras artes, ya que el traslado de estos bloques y el asentamiento de las imponentes piezas en su posición actual requerían una extraordinaria fuerza y habilidad. De Nan Tauas menciona la existencia, en su interior, de muchas cámaras subterráneas con huesos humanos. Dice adicionalmente que los isleños consideran Nan Matol como la sede de una divinidad, lo consideran lugar sagrado, y que pocos son los que osan cruzar sus límites. Le dijeron que algunas cámaras estaban llenas de conchas (carey), que le eran ofrendadas a la divinidad de este lugar. A pesar de ello, ningún ruego ni hecho de los extraños era capaz de lograr que esta gente bondadosa les señalara el lugar en el que estaban enterradas las riquezas —las conchas— de este país. El motivo que aducen para esta negativa es que si por desventura uno de ellos osara revelarlo, serían aniquilados no solamente él, sino todos los habitantes de la isla. Otro descubrimiento de Michelena y Rojas es el que efectúa en los islotes de Pei kap y de Pan Katera: dice que aparte de Nan Tauas existen en el flanco occidental de Nan Matol otras inmensas ruinas, que son vestigio de antiguos edificios. Una de estas ruinas alberga un pequeño pozo o cisterna de muchas brazas de profundidad, cuya construcción debió de requerir un trabajo de unos buenos cien años de duración. Concluye Michelena y Rojas que si uno toma en consideración todos estos aspectos, se llena de admiración y se le abre a la fantasía un ilimitado campo de suposicion. Enigma en cuanto a la depurada y avanzada técnica que se requiere evidentemente para excavar en el coral duro y trabajando debajo del agua semejante agujero.
Dejamos para el proximo articulo el secreto de esta isla,que para mi puede ser el inicio de la raza humana o como dicen los indios Hopi el cuarto mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario